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AMÉRICA LATINA, ENTRE LAS EISÉGESIS FUNDAMENTALISTAS Y LA TEOLOGÍA CRISTIANA

Actualizado: 17 mar 2019





«En una mano, la Biblia, y en la otra, el periódico», es una reconocida sentencia atribuida al teólogo reformado Karl Barth, con la cual buscaba subrayar la importancia de tener en cuenta los contextos socioculturales propios al emisor y su audiencia al momento del quehacer teológico. Para este teólogo como para los grandes teólogos protestantes y católicos la teología no debe hacerse aislada de sus realidades concretas, pues hacer teología es, en cierto sentido, interpretar y reinterpretar la realidad a la luz del mensaje del evangelio, o en un sentido más técnico, hacer teología es una actividad hermenéutica.


Curiosamente, aunque esta sentencia parezca una obviedad dentro del ejercicio teológico, no lo es para los grupos religiosos fundamentalistas en América Latina. Contrario a lo propuesto por Barth y la iglesia contemporánea en general, los líderes de estos grupos parecen omitir constantemente la importancia que tienen los contextos sociales, culturales y políticos al momento de hacer teología, y en caso de tenerlos en cuenta articulan su teología de tal forma que resulte en beneficio de sus intereses corporativos o en apoyo de sus patológicas ideologías.


Así, por ejemplo, si los líderes de estos grupos tienen algún tipo de afiliación política (generalmente ultraconservadora), inician una militancia religiosa con el objetivo de manipular la voluntad de sus fieles persuadiéndolos de obrar en consonancia con sus deletéreos ideales. En otros casos, dependiendo las necesidades que deban satisfacer hacen uso de herramientas retóricas (en las cuales son versados) para que, tras manipular las necesidades emocionales de sus seguidores estos satisfagan las suyas; mercantilizando la fe. Su teología es fundamentalmente eisegética y utilitarista; para ellos, el fin justifica los medios.


Importantes teólogos hispanohablantes han expresado su inconformidad y preocupación respecto a este modo de hacer teología. El teólogo anglicano Juan María Tellería lo ha hecho explícito en diferentes momentos y escenarios (artículos y redes sociales), textos como “Este no es mi Dios, que me lo han cambiado” publicado por la revista Lupa Protestante, evidencian parte de su desazón. De la misma manera el teólogo bautista Harold Segura ha hecho explícita su preocupación, dada la militancia que estos grupos han emprendido en favor de políticas de tipo totalitaristas; artículos como “Pensando en los procesos electorales de Costa Rica y Colombia y el papel de las iglesias evangélicas” publicado en la revista Lupa Protestante, lo denotan. Teólogos como Nicolás Panoto, Pablo Moreno, o Alfonso Ropero, entre otros, también lo han puesto de manifiesto.


Este fenómeno fundamentalista tan de boga hoy en día hace recordar las tradiciones religiosas de la cultura judía de los tiempos de Jesús, en la cual se priorizaban los prejuicios y los dogmas por sobre las necesidades más fundamentales de los seres humanos. Al igual que en nuestros tiempos los valores de dicha religiosidad estaban más asentados en la protección del statu quo y la superficialidad espiritual, que en un compromiso real, efectivo y activo con los preceptos contenidos en su propia fe. Obediencia ciega al líder, mercantilización de la fe, alianzas estratégicas entre jerarcas religiosos y líderes políticos, manipulación mediática de los fieles desde posiciones de autoridad, "espiritualidad” selectiva y otros más, eran la vara de medida de una autentica espiritualidad. Pero valores como la solidaridad, el respeto a la dignidad humana, la empatía, la fraternidad, o la paz, entre otros, eran estimados sólo en virtud de qué tanto se ajustaran a sus cortas interpretaciones de los textos sagrados y a sus execrables prejuicios sociales. A ese tipo de sistema religioso Jesús no dudó en calificarlo de hipócrita, oponiéndosele radicalmente; los relatos encontrados en los evangelios traslucen claramente su preocupación por los más vulnerables, en contraste con la carente empatía y solidaridad de los líderes religiosos en su época.


Como contrapeso y respuesta a estas prácticas religiosas Jesús planteó una nueva clave hermenéutica para la comprensión de los textos sagrados: resignificarlos a través de las realidades concretas de su pueblo. En la misma línea que más recientemente propondría Barth, para Jesús, el evangelio no debería consistir en el ciego seguimiento de los dogmas y prejuicios culturales, ni en la obediencia acrítica a unos líderes religiosos que se atribuyen la correcta interpretación de las tradiciones, sino en la revitalización del mensaje sagrado a través de las más profundas necesidades humanas. Jesús enseñaba “completamente diferente de lo que hacían los maestros de la ley religiosa” (Mateo 7,29. NTV) pues enseñaba “con una Biblia en la mano, y con el periódico en la otra”, es decir, consciente de las necesidades humanas, siendo ese el gran legado de su movimiento.


Pero evidentemente, esta forma cristiana del quehacer teológico no resulta atractiva a los líderes religiosos fundamentalistas latinoamericanos (igual que no lo resultó para los líderes religiosos de los tiempos de Jesús), quienes ante el reto que les supone hacer una teología consciente de las realidades sociales y humanas de sus propios contextos, asumen una posición defensiva, se rasgan las vestiduras y desarrollan artilugios para proteger sus privilegios “espirituales”. Y es que, entre la incertidumbre que supone el enfrentarse a la teología cristiana, que siempre reta, confronta y expone el espíritu humano ante la vulnerabilidad de sus semejantes (cual si fueran espejos de su propia humanidad), y, la certidumbre que proponen los privilegios, tradiciones o prejuicios culturales (amparados en eiségesis utilitaristas de la Biblia), cualquier líder religioso defensor de sus propios intereses optará siempre por una teología no cristiana, desdeñando una enseñanza elemental de los evangelios: “la religión se hizo para el hombre, y no el hombre para la religión” (Paráfrasis a Marcos 2:27).


Por: Jorge González - 09 de marzo de 2019


 
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