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EVAGELICALISMO EN COLOMBIA: UN 'CRISTIANISMO' AL SERVICIO DEL PODER POLÍTICO

Actualizado: 9 mar 2019


Durante los últimos años se ha hecho notorio el fortalecimiento del cristianismo evangelicalista en Colombia, los grupos carismáticos y pentecostales han comenzado a tener una gran repercusión a nivel nacional. Producto de lo anterior, la voz y voto de los ciudadanos pertenecientes a este tipo de grupos religiosos se ha hecho determinante en lo que compete a los aspectos políticos del país. Un claro ejemplo de ello fue el impacto que tuvieron en el 2016 en la concretización de los acuerdos de paz entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las FARC.


Una realidad que no se puede ocultar y sobre la cual se hace pertinente reflexionar es el coqueteo que tienen estos movimientos con las políticas de derecha del país. Varias organizaciones evangelicalistas han manifestado abiertamente su apoyo a este tipo de políticas y políticos, llegando incluso a prestar las plataformas de sus templos para incitar a congregaciones enteras a votar en beneficio de quien consideran el mejor candidato a gobernar.


Muchos de los líderes políticos apoyados por organizaciones evangelistas tienen vinculaciones con casos de corrupción y violación a los derechos humanos, sin embargo, para los líderes de estos grupos religiosos parecen problemas de menor envergadura. Lo esencial, para ellos, es que tales propuestas políticas se orienten a la satisfacción de los prejuicios morales propios a sus creencias, generalmente relacionadas con la opresión y represión de ciertas minorías sociales.


Acertadamente puede argüirse que los movimientos evangelistas tienen todo el derecho de profesar mayor preferencia por políticas de derecha (o izquierda, según sea el caso) amparados en la libertad de pensamiento y de expresión que defiende la Carta Nacional del 91. Con lo cual no se podría estar más que de acuerdo, aunque en el trasfondo de este asunto quede un sinsabor. No obstante, si bien desde un punto de vista constitucional se puede defender su parcialidad y coqueteo con políticas determinadas, no pasa igual desde el punto de vista de la ética cristiana.


El uso de los pulpitos para proliferar mensajes con la finalidad de persuadir a una comunidad en beneficio de ciertos partidos o líderes políticos, evidencia, de entrada, la carencia de una ética cristiana sólida en estos movimientos. En primera instancia porque el mensaje y testimonio de Jesús contenido en los evangelios es claro respecto a este tipo de actitudes. Basta con citar la célebre frase «dad, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios» (Lc. 20,25) para tener un claro marco de referencia sobre la radical división que hace Jesús entre los poderes temporales y el reino de Dios, sin deslegitimarlos, pero desplazándolos a un plano diferente. En segunda instancia, porque Jesús no utilizó su poder de convocatoria como oportunidad para realizar proselitismos políticos. Incluso cuando se esperaba esto de él no persuadió a sus discípulos a tomar posturas particulares en asuntos políticos, sino que por el contrario los llamó a una práctica moral superior e incluyente, enmarcada en los parámetros del reino de Dios.


Por otra parte, el apoyo a partidos políticos o líderes políticos vinculados con casos de corrupción y violación de los derechos humanos es en principio contradictorio con el mensaje del evangelio. Gran parte de la soteriología de Jesús está relacionada con la dignificación de los seres humanos y el rechazo radical a quienes deslegitiman a su prójimo; no en vano condenó repetidas veces todos los actos que atentaban contra la dignidad de los más desfavorecidos. Apoyar como «congregaciones cristianas» a líderes políticos vinculados con casos de corrupción y violación de derechos humanos, que además no muestran un ápice de arrepentimiento, es una contradicción de términos.


Sin embargo, para este tipo de movimientos religiosos «el fin justifica los medios». Lo importante es, principalmente, conseguir alianzas que beneficien sus creencias particulares, aún a costa de sacrificar los principios éticos que supone la fe cristiana. Infortunadamente, dada la pobre educación religiosa y política de los ciudadanos, y del gran poder de convocatoria que gozan, logran, a partir del aprovechamiento de las necesidades espirituales de las personas, apoyar y legitimar de manera masiva políticas y políticos que en última instancia se están valiendo de la religión para asegurar un gran cumulo de seguidores y de votantes.


Bien les vendría a algunos líderes evangelicalistas recordar, o reconocer, las palabras de Jesús encontradas en Juan 18.36, en las que deja claro que el evangelio no se trata de una búsqueda de poder temporal, ni tampoco de un intento de imponer unas creencias específicas a toda una nación. Y que, si de algún modo se pretendiese un proselitismo político a partir del cristianismo, distaría mucho del que proponen con sus alianzas político-religiosas.


Hoy por hoy, lo único que logran con ese tipo de actitudes es demostrar su hambriento interés por detentar el poder, y su sombría ambición por conservar el ‘statu quo’. Claro está, situándose muy lejos del poder transformador del evangelio.


Por: Jorge González – 07 de febrero 2018


 
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